

COLUMNAS
País desgarrado
PASCAL BELTRÁN DEL RÍO
(EXCÉLSIOR)
Los dos Méxicos –el de mayor y el de menor desarrollo– se siguen separando.
De acuerdo con el más reciente Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE), que publica el Inegi, las 17 entidades que –según una encuesta reciente del mismo instituto– tienen un ingreso promedio por familia superior a la media nacional de 46 mil 531 pesos trimestrales crecieron 3.81% en el periodo abril-junio respecto del mismo trimestre de 2016.
En contraste, los 15 estados cuyo ingreso familiar se encuentra por debajo de dicho umbral crecieron apenas 0.1%, de acuerdo con el mismo indicador, que se dio a conocer ayer martes.
Uno puede trazar una línea desde los límites de Colima y Michoacán, en la costa del Pacífico, hasta los límites de Tamaulipas y Veracruz en la del Golfo, y casi todo el territorio que queda al norte y al poniente de esa línea es el México de mayor desarrollo, mientras la porción restante es el México menos desarrollado.
Hay sólo dos excepciones en ese esbozo geográfico: la Ciudad de México y el estado de Quintana Roo, que están al sur y al oriente de la línea mencionada, son parte del México que tiene mayores ingresos.
El ITAEE revela que solamente un estado del México desarrollado tuvo crecimiento negativo respecto del mismo trimestre del año pasado: Nayarit, cuya economía se redujo 0.1 por ciento.
En tanto, ocho de las 15 entidades de la otra región tuvieron crecimientos negativos. La lista la encabezan Tabasco y Campeche, con una disminución de 7.2% y 5.9%, respectivamente.
En el México desarrollado destaca el crecimiento de Baja California Sur, con un impresionante 12.6% a tasa anual, y Coahuila con 5.7 por ciento.
En la zona del México estancado, sólo Puebla tuvo una expansión económica digna de hacerse notar, con 8.6%, muy por encima del segundo lugar de la región, San Luis Potosí, que tuvo 3.9%. Los 13 estados restantes vienen detrás.
Dichos datos debieran formar parte de una gran discusión nacional. Una discusión que evidentemente no estamos teniendo.
La separación del país en dos regiones, una con tasas de crecimiento económico que son la envidia de varios naciones desarrollados, y otra, en un estado casi permanente de estancamiento –e incluso retroceso– debiera ser un llamado a la acción.
Frente a esta situación, las únicas respuestas suelen ser la estridente, pero estéril indignación y la prescripción de recetas populistas para aumentar las transferencias económicas.
Recientemente, el gobierno impulsó la creación de las llamadas Zonas Económicas Especiales para detonar el crecimiento en la región sur-sureste.
Ojalá que dicha iniciativa tenga éxito, pero preocupa que este problema no esté en la agenda de la clase política de forma más relevante.
De hecho, debiera ser un asunto prioritario para los partidos, ahora que estamos entrando en la temporada electoral. Pero la visión que prevalece en tiempos como éstos no se fija en asuntos de fondo. Lo que importa es ganar votos, nada más.
La receta para el desarrollo no tiene secretos ni fue cocinada en una olla de brujo. Sólo hay que poner atención en lo que han hecho –muchas veces a medias– los estados más exitosos.
La combinación de una estricta aplicación de la ley, el combate a la corrupción y el impulso a la educación, el emprendedurismo, la innovación y la competitividad son la base de esa fórmula.
Como digo, ningún estado en México la sigue cabalmente, pero incluso una aplicación tibia de la misma da buenos resultados, como pueden atestiguar los habitantes de los estados del Bajío, el occidente y norte del país.
Es un hecho que esas medidas funcionan, pues han probado que reducen la pobreza, entre otras ventajas. Y es un hecho que la política asistencialista que conoce de sobra la región sur del país es un viaje garantizado hacia la miseria y la dependencia.
No hace falta más que ver los indicadores del Inegi para saber dónde se están haciendo moderadamente bien las cosas y dónde se ha creado un desastre económico por la obstinación en la aplicación de modelos de desarrollo fracasados.
Rosa Gómez Tovar
Negociaciones y reglas de comercio
(La Crónica de Hoy)
México está a punto de entrar a la quinta ronda de renegociaciones con Estados Unidos y Canadá. En menos de dos semanas veremos si se puede lograr un avance, o si el presidente de Estados Unidos (EU) cumplirá su amenaza y su país abandonará el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
La salida de Estados Unidos del Tratado, definitivamente tendrá un efecto nocivo en las exportaciones del país, ya que se incrementarán los aranceles (impuestos a la importación) que pagará México. Actualmente, de más de once mil productos que el país vecino recibe de nuestro país, sólo 148 deben pagar arancel. Sin el TLCAN, EU cobra impuestos en 5 mil 778 productos con un impuesto promedio de 7.3 por ciento (el rango de los impuestos va de 0.02 por ciento a 350 por ciento).
No obstante los dichos del presidente Trump, no se podrán cobrar impuestos más altos a México que a otros países, y no es porque se trate de amenazas vacías, sino gracias a dos de los principales mecanismos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) a la cual están adheridos EU y México. Se trata del principio de “Nación más favorecida” (NMF) o igual trato para todos los demás. Esto quiere decir que no se puede discriminar a un país respecto de otros socios comerciales que también formen parte de la OMC. Si se concede a un país una ventaja especial, por ejemplo, un impuesto más bajo a algún producto, se tiene que aplicar el mismo arancel a los demás miembros de la OMC, cada vez que un país reduce un obstáculo al comercio, debe hacer lo mismo para los mismos productos o servicios de todos sus interlocutores comerciales.
Es el primer artículo del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), que regula el comercio de mercancías, antecedente directo de la OMC. Así que, si Trump quisiera subir el impuesto a la importación de vehículos, no podría aplicarlo únicamente a México, pues estaría en contradicción directa con esta regla de comercio a nivel internacional. Los tratados bilaterales son una excepción a esta regla, pero ojo, aplican en el sentido contrario, los integrantes del acuerdo gozan de mayores beneficios que el resto de socios comerciales.
Por otra parte, se encuentra el principio de “trato nacional” o igual trato para nacionales y extranjeros. En este caso se trata de que mercancías que sean importadas a un país y que sean similares a aquellas producidas por el país anfitrión, no se les pueden imponer condiciones distintas para poder ser adquiridos en el mercado interno. Esto es, si el producto ya entró al país, no se le puede exigir el pago de impuestos adicionales a los que debería pagar un producto nacional.
Así que, si bien el presidente Trump no podrá establecer reglas especiales para los productos mexicanos sin entrar en conflicto con las reglas que han beneficiado a todos los integrantes de este organismo internacional desde 1995 (e incluso desde la creación del GATT), nuestro gobierno aún debe tener un plan B, pues de los 380 mil millones de dólares en exportaciones totales de México en 2015, el 81.2 por ciento se destinó a EU. Lo que muchos expertos han dicho por varios años, la economía mexicana debe diversificar sus exportaciones y entrar a nuevos mercados, se trata de aprovechar los otros 11 tratados con más de 40 países que nuestro país ha firmado.
Rafael Cardona
¿Acaso el acoso es inevitable?
Pancho Soto, el lenón más famoso en el México de los años recientes (fue dueño del King Kong entre otros 100 lupanares; precursor de los table dance, lap dance y del sexo en vivo en la ciudad de México), era un hombre de apariencia sosegada. Abierta la camisa de seda chillona con estampados espantosos, fulgentes las pulseras de oro, enorme el Rolex con brillantes.
Hablaba en voz baja, con suaves modales y despachaba encima de un antro llamado “Atzimba” en una calle de Insurgentes Centro. A su despacho se llegaba por varios filtros de cabrones mal encarados, majaderos y naquísimos.
—¿Qué pasó, mi periodista, qué haciendo por acá?
—“Nada, Pancho, te vine a saludar.”
Soto le había declarado la guerra en los años setenta a Carlos Hank González. “El profesor” había jurado meterlo a la cárcel, cosa lograda a fin de cuentas por los métodos más simples: la evasión fiscal de los negocios “limpios”. De la explotación de mil 500 o dos mil mujeres en sus congales, nunca hubo camino para procesarlo. Ni una sola denuncia por lenocinio. Ni una por “trata”.
Soto explicaba así su forma de trabajo:
—Las mujeres mejor cuidadas de esta ciudad trabajan conmigo. Aquí se les respeta, se les cuida, se les quiere. Todos somos como una gran familia. Y aquí, si algún ojete se quiere pasar con una de las muchachas, ellas saben cómo cuidarse: vienen conmigo y yo pongo el remedio. Aquí a todas se les respeta, se les trata bien.
¿O no, “mija”?; dile al periodista, dile, mi amor”.
Y mi amor –una morena exuberante con falda minúscula y blusa sin botones--, decía, no pus si Pancho, así es, tu nos cuidas.
—Mire, periodista.
¿Usted cree que alguien cuida a una cajera en un banco? Si el gerente quiere algo con ella pus nomás le inventa un desfalco, una falta en una cuenta; un dinero desaparecido en su reporte y ya la tiene como quiera, ¿no?, si no te pones, mi reina, te clavo con la “procu”.
“Hasta a las muchachas del súper, si quieren, se las atoran con el manejo de la lana. Aquí no, aquí las chicas saben cómo va la cosa, derecha, derecha. Y siempre van a encontrar quien las cuide. A mis compañeras, de veras, se les respeta. ¿O no, “mija”?
—Si Pancho, dice la “mija” con las uñas decoradas y el maquillaje viejo.
Hoy aquellas palabras de Soto, viene a la memoria por los abundantes casos recientemente denunciados en todas partes del mundo contra los acosadores. Quienes han culminado sus empeños y quienes no.
En cada lugar hay un señor Weinstein. En las estaciones de televisión, en los periódicos y en las oficinas públicas; en las curadurías de los museos y las galerías; en las orquestas sinfónicas, en el deporte, en las escuelas, en las iglesias, en las prisiones.
Hace años un conocido mío, de infinita mediocridad profesional, grilló y grilló en una campaña electoral y consiguió finalmente un vil “hueso”. Jefe de Personal (Dirección de Recursos Humanos, le dicen) en una delegación del entonces DDF.
—Es una maravilla esta chamba, me decía.
“Hoy tengo controladas a seis de las mejores secretarias de la delegación. A una ya hasta la promoví como “Miss” para el concurso de la belleza México. Yo las subo o las bajo como me convenga, les consigo compensaciones, las promuevo o las destituyo. Si no me gustan les pido la mitad del salario aumentado o del “bono”. O no hay aumento. A las bonitas, pues pasan al pizarrón. Puedo hacer lo que quiera. El delegado ya me dijo, nomás no te pases y si te pasas, me invitas. Es un cabrón a toda madre.
“De vez en cuando organizo fiestas disfrazadas de cursos de capacitación. Rentamos un salón en Cuernavaca y un par de suites. Los invito a todos, bueno, a los del círculo cercano. En la mañana una conferencia y en las tardes, un rollo de cualquier pendejada y por la noche, órale mis nenas, a desquitar y a chupar, que el mundo se va acabar. Es una chamba a toda madre. Cuando quieras te invito”.
Hoy lo mismo se denuncia para otra clase de empleos.
Obviamente los “castings”, las “audiciones” y la dispensa de favores a cambio de oportunidades. No sólo en las artes escénicas” como el teatro o la pantalla (grande o chica) sino en los noticiarios; las emisiones radiofónicas y hasta las plazas en medios de comunicación.
El diezmo de la carne. Y las siempre presentes madrecitas “Borinquen” empujando a sus hijas.
¿Dónde comienza el acoso y dónde termina? Eso nada más lo sabe quien lo sufre.
Ahora resulta fácil denunciar, pero muchas veces las denuncias se hacen muchos años después. En el momento, el miedo puede más. ¿Pudor?, ¿vergüenza? o simple aceptación de lo ocurrido.
No lo sé, desconozco la psicología de quien ha sufrido el abuso hasta llegar a ese incomprensible punto llamado “Síndrome de Estocolmo”, el cual vi manifestarse en las fiestas del premio Oscar, cuando tantas mujeres de rotunda belleza le agradecían al señor Weinstein haberlas incluido en sus películas.
Francisco Zea
Línea estratégica
Mientras escribo estas líneas nuestros preocupados legisladores están disfrutando de un “merecido” descanso. Después de que en la Cámara de Senadores demostraron su propensión a la grilla más estéril y se dividieron entre los que querían votar de forma abierta y los que querían votar por cédula. Nunca la discusión se centró en el peligro que entrañaban las filtraciones de Santiago Nieto al debido proceso. De hecho fuimos testigos la semana pasada, de un claro ejemplo de cómo se puede vulnerar el debido proceso cuando un acusado es marcado por alguien tan poderoso como el Presidente de EU, de animal, de enfermo y de merecer la pena de muerte. Debido a su diarrea lingüística el señor Trump pudo haber dotado al terrorista de Uzbekistán de una defensa efectiva que no sólo le evite una pena severa, sino que lo puede dejar libre, pues no hay un jurado en todo su territorio que pueda ser imparcial juzgando al presunto terrorista. Claro que toda esta narrativa es ajena a nuestros senadores, pues ellos no se pueden poner de acuerdo para nombrar fiscal anticorrupción ni fiscal de la Fepade y mucho menos enderezar el desmadre que organizaron con su ocurrencia del #fiscalcarnal ni para sacar adelante leyes urgentes, pero la unanimidad llegó para una cosa: la disipación. En este punto no hubo acaloradas discusiones, no fueron legisladores a los medios a hacer la faramalla de pelearse, encontraron ese preciado paraíso, la unanimidad. Hay que entenderlos y no juzgarlos.
El peso que llevan sobre hombros es increíble. Las largas jornadas de desvelos, de estar pegados a su escaño jugando con el iPad y levantar el dedo cuando así se los indique su amo, es un trabajo agotador. No importa que les queden no más de 12 sesiones para terminar el año, necesitan despejar la mente después de dar a luz tantas ideas que han salvado a la patria. Héroes legislativos. Mártires del pleno. ¡Carajo! Supermujeres y hombres parapetados en un traje o un vestido. Ciudadanos injustos e incomprensivos, eso somos.
En este mismo espacio le he planteado mi teoría de que en este país el régimen político que priva no es la democracia ni nada que se le acerque. En México hemos dado a luz a la peorcracia, el régimen de ser gobernado por los peores y con los peores motivos. Una partida de mediocres que nunca hubiesen alcanzado el éxito económico ni social en la vida empresarial o académica. Que quieren el poder para que éste los lleve a un nivel económico que, saben su capacidad y su intelecto jamás les hubiera otorgado. En este caso escalan posiciones y tienen puestos gracias a su complicidad en actos que han menoscabado el patrimonio de México, siendo auténticos gatos y serviles empleados de otros mediocres de mayor alcance y que están en posiciones más altas. Han aguantado vejaciones y malos tratos, han hecho lo impresentable con tal de subir.
Esos son nuestros gobernantes. Hoy claramente tenemos un complemento a la peorcracia, una derivación de la misma: la huevocracia. Entendida ésta como el arte de gobernar con el menor esfuerzo, trabajando lo indispensable y ejerciendo la mayor cantidad de recursos. Nuestros legisladores son el ejemplo vivo.
Seguimos en un país de virreyzuelos, en donde tipos fatuos, usan escoltas faraónicas siendo presidentes municipales. Que son tan desquehacerados, que su día lo pasan como viudas adineradas de Polanco, entre revisar las fotos de Instagram de otros, criticar a los de enfrente y organizar espectáculos pírricos para crear una sensación de bienestar efímera a los gobernados. Lejos de interesarse por los problemas reales de la gente, están en la maquiavélica planeación de su futuro político.
Me vuelvo a preguntar cuándo alguien que tenga un amor real por este país va a poder llegar a impulsar un cambio real. Me toca todos los días ver la cara de hombres, mujeres y niños que se aferran con uñas y dientes a su esperanza y a sus sueños. Me encantó conocer la semana pasada a un chapito que se llama Iker, y que está lleno de vida, de sueños y además tiene un talento inenarrable. Me entrevistó para su canal de YouTube y me decía que quiere ser veterinario, para cuidar a los perritos, que como a su schnauzer, ama profundamente.
Me pregunto si seremos capaces como país y sociedad de elegir a quienes puedan garantizarle a mi amigo Iker, que podrá estudiar, que podrá caminar sin miedo para llegar a la universidad, que cuidará de la seguridad de sus papás, que propiciará condiciones para que su papá, cerrajero de oficio, pueda seguir trabajando y obteniendo ingresos para impulsar a su hijo.